17.1.09

La influencia de la tecnología en los ambientes sociales

Los humanos hemos regresado a las cavernas. Si no, que se lo pregunten a los hikikomori, los jóvenes japoneses que han decidido enfrentarse a la vida no enfrentándola y permaneciendo en el último bastión de resistencia que les queda: su habitación, la forma moderna —y más confortable— de la cueva.

Son ellos quienes aprovechan los blogs para proponer la solución radical a su aislamiento: suicidarse en grupo. Al menos eso hicieron decenas de jóvenes en el año 2002, que fue, digamos, el lanzamiento oficial de este “movimiento social” (porque decirle enfermedad, al parecer, está mal visto). Son también estos jóvenes los que usan ese tiempo eterno que los tiene atrapados en cosas como ver televisión, jugar videojuegos, conectarse al internet, grabarse a si mismos.

Es curioso como estos jóvenes que se aíslan de sus propias familias tienen un contacto bastante estrecho con la tecnología, que se transforma en su único refugio. Podría parecer que es la misma tecnología la que causa este ensimismamiento, pero al parecer es lo contrario: los jóvenes, abrumados por una sociedad que les sobreexige, prefieren retirarse del juego y limitar su trato a las máquinas, que lo único que piden es que sean capaces de desarrollar sus habilidades para usarlas y configurarlas.

Y sin embargo, existe el otro extremo: aquella gente que tiene una intensa vida social en el exterior, pero la maneja mediante las herramientas que le brindan de manera conjunta la informática y el internet. Así, millones de jóvenes y adultos alrededor del mundo se conectan a través de las redes sociales, tales como Facebook, Hi5, Orkut o LinkedIn. Estos sitios hacen las veces de ágora, inventario y plaza de juegos, lo mismo que pueden servir como registro histórico o recordatorio de existencia.

Retomando el tema del artículo anterior, LinkedIn en específico se ha transformado en una perfecta opción para abandonar el tradicional Rolodex que todavía hasta hace algunos años se venía utilizando en las oficinas: el sitio de internet lo actualizan nuestros contactos automáticamente (a diferencia de la época en la que perseguíamos a nuestros clientes y proveedores cada 3 meses para averiguar si sus datos habían sufrido algún cambio); sirve también como una “plaza pública” profesional, en donde la gente que se conoce puede dar y recibir referencias y recomendaciones, y en general ayuda a mantener los contactos de negocios con una eficiencia nunca antes imaginada.

Las redes sociales en general tienden a contravenir la regla aquella del computer freak aislado, torpe social —sí, ese que nos recuerda mucho al hikikomori— que cuando despega los irritados ojos del monitor es sólo para comerse un twinki wonder o ir por una taza de café. Ahora, en general, quienes pasan las horas frente a los monitores son gente que también tiene una vida social fuera de la pantalla. Otra vez, realidad y virtualidad se mezclan: los jóvenes se conectan durante el día para decidir que van a hacer en la noche; juegan juegos en red con quienes han visto por la mañana, hablan por teléfono mientras chatean y suben fotografías…

En general, todos los demás mortales se mueven entre estos extremos, pero al menos en México el nombre del juego es “hacer más con menos”. Usar tecnologías es un símbolo de inclusión, de productividad, de capacidad para adaptarse a los nuevos tiempos y mantenerse a la vanguardia. Uno de los mejores ejemplos de ello es la complejidad alcanzada por la industria de los celulares, y los efectos que esto ha tenido en los usuarios.

Vayamos por partes: tener un celular se ha transformado en una necesidad progresiva para mantenerse en contacto con el mundo. Ahora bien, dichos equipos tienen cada vez más características, y están disponibles en múltiples marcas y presentaciones, cada una de ellas con una imagen social determinada. Así, los usuarios de telefonía celular ya no sólo se preocupan por tener un teléfono que los comunique con el mundo, sino que esperan comunicar su posición social y su visión del mundo a través de dichos equipos.

Así, el usuario que compra una BlackBerry no sólo está haciendo gala de una mayor capacidad para el manejo de tecnologías —tema que quedará mejor incluir en nuestra siguiente entrega— sino que además está afirmando una imagen ante el mundo: “soy tan importante en mi trabajo, que no puedo despegarme de él; necesito saber lo que pasa aquí y ahora y estar disponible en todo momento”. Un mensaje del todo diferente al que puede dar el usuario que tiene un Sony Walkman anaranjado, de la serie W, o la usuaria de un LG Shine de color rosa.

Así pues, la tecnología es también una manera de plantarse ante la sociedad, un asumir roles a favor o en contra. Como diría Umberto Eco, jugar a los apocalípticos o a los integrados; y aún los primeros, con toda su resistencia, acaban sucumbiendo al uso de tecnologías. Admitámoslo: el hecho de tener avances que faciliten la aplicación práctica de los conocimientos es demasiada tentación, hasta para los neoluditas, quienes protestan en contra de las nuevas tecnologías y el rumbo hacia el que nos dirigen, pero siguen haciéndolo mediante foros de internet y blogs, y buscan en internet la información que necesitan para acabar con el sistema.

La tecnología, podemos afirmar, modifica a la sociedad tanto como la sociedad modifica a la tecnología. El origen de este cambio habría que buscarlo, por supuesto, en las nuevas generaciones. Ese será nuestro próximo tema.

No hay comentarios.: