17.1.09

La influencia de la tecnología en el ambiente de trabajo

Empecemos por definir tecnología. De acuerdo con la Real Academia Española, con esto nos referimos al conjunto de teorías y de técnicas que permiten el aprovechamiento práctico del conocimiento científico. Es decir que, desde el momento en que el primer hombre de las cavernas entendió que un objeto pesado podía servir para golpear cosas de manera contundente con él, estamos desarrollando tecnología.

Por lo visto, éste es uno de esos vicios humanos que tiende a no desaparecer, porque desde entonces la especie no ha parado: el fuego, la rueda, el mazo, la lanza, cocinar, sembrar… no ha habido una época en la que el proceso se quedara estático (ni siquiera en la Edad Media, mal llamada época oscurantista).

No todo ha sido sencillo. Al inicio de la Revolución Industrial, los luditas destruían las máquinas, con el fundamento de que harían que las personas perdieran su trabajo. Sin embargo, el progreso prosiguió su marcha tan campante, ignorando con singular alegría dichas referencias. Al final del día, el desempleo comparativo a niveles históricos no es mucho mayor, y la riqueza disponible alrededor del mundo se ha incrementado considerablemente.

A lo que sí nos ha obligado la tecnología es a replantearnos la forma en la que se realiza el trabajo: cada vez más personas tienen que enfrentarse a un entrono laboral cambiante, volátil, en el que se les exige mucho más conocimiento y mucha menos habilidad física. Por ejemplo, el obrero de una fábrica, que antes realizaba labores manuales pesadísimas, ha sido sustituido en ellas con bastante éxito por máquinas de gran poder y alta precisión (en esto, me temo, le dieron la razón a los luditas). Pero queda un espacio abierto: el de operador capacitado de esas mismas máquinas. La tecnología, pues, nos exige aprender competencias nuevas, estar en constante búsqueda de la mejora personal.

Aunque esto es obvio a estos niveles operativos, también ocurre en la economía de servicios, donde los puestos ya no son lo que eran hace 15 años. La aparición del fax, el correo electrónico, la videoconferencia, las computadoras (de escritorio y portátiles), los proyectores portátiles y otras maravillas cotidianas —que, a veces, de tan comunes se nos vuelven invisibles— han implicado beneficios considerables en el ejercicio de dichas profesiones, si bien han implicado a su vez mayores retos: de pronto, la factibilidad de realizar proyectos internacionales es muy amplia; las oficinas regionales dejan de estar aisladas —a días o semanas de distancia— de la oficina central; las decisiones y cambios se pueden comunicar de forma más veloz y directa.

Esto facilita la horizontalización del organigrama empresarial, que deja de ser rígidamente jerárquico para transformarse en una mezcla heterogénea de habilidades que están en constante contacto las unas con las otras, sin necesidad de mayores intermediaciones que el uso de programas informáticos. Un trabajador cualquiera de una transnacional promedio con oficinas en el Distrito Federal puede discutir en el mensajero instantáneo (cualquiera de los comerciales o bien alguno de los de uso especial para empresas) con un colega en Buenos Aires el proyecto que ambos están coordinando para una compañía alemana, al cual también asistirá un equipo de investigación de Asia, con el cual ya tuvieron un conference call la semana anterior.
Otro de los cambios importantes generados por la tecnología es la posibilidad de ejercer el propio trabajo desde el hogar de una forma mucho más amigable. Periodistas, redactores, investigadores, diseñadores —entre muchos otros— se han topado de pronto con la facilidad de realizar su trabajo con mucha mayor facilidad y movilidad que antes. Hace 20 años, un diseñador requería forzosamente lápices, gomas, juegos de geometría, un restirador: actualmente, basta con una laptop y algunas aplicaciones para poder realizar muchísimas de estas labores.

Además, las mismas industrias han tenido que replantearse. Por ejemplo, en México, myspace ha generado cambios evidentes en la industria discográfica, gracias a que ahora cualquier grupo puede promover sus sencillos ahí y transformarse en un éxito rápido, con poca o ninguna intervención de las disqueras, que más bien han tenido que aprender a seguirles el paso y responder a tiempo, subiéndose a esa ola mediante la selección y contratación de bandas directamente desde ahí.

Pero esto no sucede tan sólo con las discográficas. A nivel individual, los nuevos profesionales y las empresas pequeñas y medianas tienen que comprometerse con una formación continua, so pena de ser eliminados del campo de competencia laboral: si no manejan correo electrónico, no tienen teléfono móvil o no hay una página de internet en donde se pueda investigar más a fondo sobre sus productos o servicios, esta nueva dinámica de mercado produce que se transformen —prácticamente— en empresas invisibles. Claro que el lado opuesto de la moneda es la posibilidad que tienen empresas muy pequeñas para hacerse visibles gracias a estas nuevas tecnologías y al uso inteligente de técnicas de promoción y posicionamiento tales como el SEO.

La tecnología, como podemos ver, ha abierto muchas áreas de oportunidad para los individuos y las empresas, si bien a cambio requiere una capacidad de adaptación cada vez más puesta a tono con los tiempos que corren (literalmente). Pero no es sólo el entorno laboral lo que ha cambiado con las nuevas tecnologías. En realidad, hay toda una dinámica social en movimiento, que valdría la pena estudiar más a fondo en otro artículo.

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